La evolución de las exportaciones agroalimentarias ha seguido una tendencia creciente en los últimos años. En 2017 se experimentó un crecimiento del 6,6% respecto al año anterior, dato que situó a España como octavo país exportador de mercancías agroalimentarias. Dentro de estas, los productos de origen vegetal representan el subsector que más contribuyó al incremento de las exportaciones agroalimentarias con un 39% de cuota.
La tendencia es buena, pero el éxito ha de venir después de la suma de fuerzas de todos los actores implicados y de una estrategia clara: apostar por la calidad.
El tamaño de las marcas influye innegablemente en el potencial exportador de nuestra industria, y en España nos encontramos con grandes empresas pero también con una red extensísima de pequeños productores. Estos atesoran un know how y un producto de increíble calidad y son vitales por ello, pero conseguir que den el salto desde marcas pequeñas es complicado.
Somos el primer productor y exportador mundial de aceite de oliva y aceitunas, pero como con otros productos, el verdadero reto va a ser dejar atrás las ventas a granel y conseguir posicionar nuestras marcas.
La industria agroalimentaria es la segunda industria más exportadora del país: ¿qué ocurriría si siguiera la estela iniciada por nuestros chefs?
El impacto del turismo gastronómico
Según un reciente estudio de KPMG, el turismo contribuye a la sostenibilidad del sector gastronómico, ya que, tal y como indica Ferrán Adrià: “la sobreoferta hostelera de grandes ciudades como Barcelona o Madrid ha podido mantenerse gracias al turismo, ya que posiblemente no haya tanta demanda local”
A esto cabe añadir la afirmación de Elena Arzak: “el turista viene a nuestro país por el producto, sea alta cocina moderna, sea tradicional, pero hay que cuidarle igualmente. Es fundamental evitar que los turistas vengan, no se queden contentos y no vuelvan, porque cada vez hay más competencia con otros destinos gastronómicos.”
No cabe duda de que el turismo gastronómico es un activo a proteger, puesto que se trata de una de las principales fuentes de generación de riqueza y facturación del sector.
Un importante motor que debemos saber gestionar muy bien, en el que insiste Elena Arzak que “la formación de los profesionales en atención al cliente es clave, en aspectos que van de los idiomas o la educación personal, a los conocimientos de cocina en el contexto de las diferentes regiones del país”.
Ante tal impacto del turismo en el sector gastronómico, cabe tener muy presente que, con las nuevas generaciones, el perfil del viajero está cambiando significativamente de manera muy rápida.
Los millennials hacen turismo gastronómico para experimentar los productos locales y huyen de la comida industrial, prefieren los locales pequeños frente a los más turísticos y masificados, anteponiendo lo auténtico a la comodidad.
Por su lado, generaciones anteriores como los baby boomers o la generación X, valoran la calidad y la tradición para considerar que un viaje suponga una experiencia completa de ocio, cultura y gastronomía.
España reúne las características necesarias para poder satisfacer las expectativas de estos grandes grupos de viajeros. La clave del éxito sostenido del sector reside, por tanto, en desarrollo y equilibrio justo de ambos modelos.
Otro dato relevante sobre la evolución del turismo gastronómico es su creciente peso en la demanda turística en los últimos años. De manera que los turistas que visitan nuestro país por motivos gastronómicos han pasado del 11,8% en 2013 al 15% en 2016.
Los turistas que mayor gasto medio realizan en nuestro país en 2017 son los procedentes de Latinoamérica con 418,6 €, seguidos de los de EEUU con 390,50 € y los rusos con 346 € de desembolso medio.
El componente gastronómico del turismo tiene un fuerte impacto en el negocio de la hostelería y se ha convertido en un elemento clave en la economía de España. Esto es así hasta el punto de que, del total del gasto de turistas internacionales en 2017, el 15,5% fue destinado a gastronomía.
En definitiva, la internacionalización de la gastronomía española está al alza y juega un papel clave en la economía española. Los datos que arroja tienen un impacto económico muy positivo en la gastronomía, que benefician la marca de calidad de nuestro producto, cocina y cultura culinaria alrededor del mundo.