A lo largo de la historia las diferentes civilizaciones han perfeccionado, enriquecido y mejorado sus técnicas de panificación variando la composición y forma del pan según su función o para dotarlo de nuevas propiedades y sabores. Por eso podemos decir que la evolución del pan está unida a la propia evolución humana. Actualmente una de las tendencias en panadería es añadir al pan frutos secos.
Como ya sabrás, cereales y frutos secos siempre han formado parte de nuestra dieta y hoy en día ambos vuelven a tener un papel protagonista en nuestra gastronomía.
Pan con frutos secos: Una unión muy beneficiosa para la salud
La unión de cereales y frutos secos puede ser espectacular tanto a nivel culinario como nutritivo. Así, pasas de uvas, avellanas, almendras, nueces, castañas y prácticamente cualquier fruto seco integrado en el pan aporta sabor y valor nutricional. También semillas como la chía, el lino, la quinoa o la amapola se utilizan en la elaboración de coberturas en panes y pastelería.
El pan con frutos secos es ideal para desayunos, meriendas y todo tipo de comidas. De hecho, puede utilizarse tanto en elaboraciones dulces (con mermeladas naturales) como saladas (como base para bocadillos). El proceso es sencillo: únicamente hay que incluir almendras, nueces o arándanos en la masa del pan para obtener un sabor original y una textura crujiente y única.
En todos los casos, el objetivo es aportar nuevos sabores y aromas y mejorar las propiedades nutricionales del pan. De hecho los frutos secos son un alimento muy saludable que aporta antioxidantes, fibras, proteínas, grasas no saturadas, vitaminas y minerales.
Otro de los grandes motivos para consumir pan con frutos secos es que se trata de un aliado de nuestra salud cardiovascular. Comer un puñadito de frutos secos cada día se asocia a una disminución de «colesterol malo» y de los triglicéridos (1). Además, algunos estudios recientes (2) confirman que consumir pan y frutos secos disminuye la concentración de colesterol y se asocia con un menor índice de masa corporal y con cantidades óptimas de proteínas, fibra, hidratos de carbono, hierro o magnesio.
El pan, un ingrediente básico de la dieta mediterránea
La nutrición debe ser el baluarte de cualquier elaboración gastronómica. Por eso, desde hace años, uno de los objetivos tanto de los chefs como de los consumidores es no abandonar los parámetros de la dieta mediterránea tanto en su hogar como cuando salen a comer fuera de su casa.
La dieta mediterránea se basa en el consumo de productos derivados del trigo, la vid y el olivo a través de elaboraciones sencillas y frugales, a la par que nutritivas, siguiendo el ritmo de las estaciones del año (algo similar a lo que hoy conocemos como cocina de mercado o de temporada).
Entonces, ¿forma el pan parte de la dieta mediterránea? La respuesta es un rotundo sí. De hecho, los productos básicos procedentes del trigo, la vid y el olivo serían el pan, el vino y el aceite de oliva. De ahí que el consumo de pan moderado y dentro de una dieta variada está recomendado para todo el mundo.
Consumo y elaboración de pan: nuevas tendencias
Aunque a nivel calórico es similar al pan blanco, el pan integral se elabora a base de harina integral producida a partir del grano del cereal, llamado salvado, que se conserva en la cobertura del pan. El aporte del salvado se percibe en el sabor, color, textura y valor nutricional del pan, que tiene un mayor porcentaje de vitaminas, minerales y fibra (3). Es por esto que, con una población cada vez más consciente de la alimentación, la industria panadera se encuentra en pleno proceso de innovación.
Por todo ello, ya es frecuente que la tradicional harina de trigo haya hecho hueco a otras opciones:
- Centeno: similar al trigo y muy usada en los países nórdicos.
- Cebada: parecida a la harina de trigo pero menos refinada.
- Arroz: esta harina no contiene gluten, por lo que está recomendada para celiacos.
- Quinoa: muy rica en proteínas y grasas.
- Espelta: una especie de trigo “primitivo” rico en proteínas, minerales y vitaminas.
- Trigo sarraceno: el trigo sarraceno o alforfón no es un cereal, por lo que el pan elaborado con su harina se recomienda para personas que no comen gluten.
- Avena, soja o mijo: las harinas de estas semillas suelen mezclarse con diferentes cereales para elaborar panes enriquecidos.
Pan con harina de almendras
La avena, el trigo, la cebada, maíz, soja y el lino son algunos de los ingredientes básicos del conocido como pan multicereales. Éste puede acompañarse de otros ingredientes como pipas, sésamo e incluso frutos secos como nueces o avellanas.
Pero, ¿podemos emplear otro tipo de harinas vegetales y obtener un pan sabroso y nutritivo? ¡Por supuesto! Y una de las mejores opciones para conseguirlo es la harina de almendras.
Como expertos proveedores de almendra, sabemos que es utilizada como espesante en salsas, para elaborar mantequilla de almendra y mazapán, o para realzar el sabor de productos de panadería, con la harina de almendra podemos preparar un pan robusto pero ligero y sin gluten.
El pan de harina de almendra es perfecto para tostar y para hacer sandwich, y puede convertirse en el acompañante ideal para desayunos, comidas y meriendas. Su horneado es sencillo y su sabor completamente diferente. Además, podemos añadirle al pan elaborado algunas semillas para innovar en textura y sabor.
Se trata de una buena idea para innovar y seguir las tendencias actuales sin renunciar a los sabores tradicionales y al cuidado de nuestra salud que recomendamos desde Itac Professional.